lunes, 31 de agosto de 2020

LA ORACIÓN

La oración de la abuela de Verónica. Las manos de la abuela de Verónica. La oración. La esquina de la avenida. El templo cercano. La oración. Las piernas de la nieta. El deseo de la nieta. La oración. La vereda de la casa. La esquina de la avenida. La oración. El templo cercano. La luz del semáforo. El verde de la luz. La oración. El auto gris. El rojo de la luz. Las ruedas del auto gris. El freno del auto gris. La oración. El paragolpes del auto gris. Las piernas de Verónica. La cabeza y el asfalto. La oración. La sangre de Verónica. El mareo de Verónica. La visión de Verónica. La confusión de Verónica. La oración. La luz y el Ángel. La oración. La cama del hospital. El Ángel. El doctor. El primer quirófano. La oración. La paz de Verónica. El sueño de Verónica. El silencio de todos. La oración de la abuela. El Ángel. El doctor. El segundo quirófano. La oración de la madre de Verónica. La oración del papá de Verónica. La oración del barrio de Verónica. La luz. El Ángel. Los ojos de Verónica. La sonrisa del doctor. La sonrisa de todos. La oración.


Charlybicen

viernes, 28 de agosto de 2020

Siempre

Siempre lo recuerdo, con los ojos húmedos y cansados, hablándole a los objetos de ese taller, en el que trabajó por años y le torcieron la espalda. Cuando llegaba a visitarlo, ni me miraba, la discusión la tenía con el “burro de arranque”:
—¿Cómo que no quiere entrar?, si tuvo un mal día, imagínese yo, que tengo que aguantar sus quejas, con ese ronroneo que suena a falso —decía y seguía—, si le puse todo nuevo, como me pidió…quédese en el lugar, que me falta apretar el de abajo.
Bufaba y, sin mirarme, preguntaba:
—¡Nena! ¿Puso la calderita? ¡Fíjese que no bulla!
Mi tío era uruguayo, 55 años, 20 de argentino y a la pava le seguía llamando “calderita”.
—¡Ta que lo parió!, ¿su vieja le mandó la Canaria, que le pedí?
“Vieja”, era su hermana. Mi mamá, que solía viajar a Colonia por trabajo y lo mimaba, trayéndole la yerba, la única yerba, que le gustaba.
Salía de la fosa, que para mí era un pozo del infierno, se limpiaba las manos con un trapo engrasado, y le preguntaba al mate:
—Vos todavía estás cargado, ¿no te desensillaste?
Tomaba el paquete que traía para él, entonces recién me miraba y a mis diez años, me preguntaba siempre lo mismo:
—¿Y? ¿Ya tiene alguien que le arrastre el ala? ¿O todavía ningún “botija” se le atrevió?
Esas eran todas las palabras que tenía para mí, también mi mamá hablaba poco, todos hablaban poco entre personas, había un axioma en casa “la mejor palabra es la no dicha”. En realidad ahora que estoy mayor, veo que, a las cosas se las trataba como personas y a las personas como cosas.
El tío Walter, al auto le decía:
—Usted sí que es hermoso amigo, ¿me va a arrancar ahora?
Cuando buscaba su gorra para salir, decía:
—Hasta cuándo se va a esconder, mire cómo se ensució toda, con lo lindo que estaba, no se la puede dejar sola. Venga para acá, que usted es mi compañera.
Mamá, golpeando el televisor mascullaba:
—Este que se piensa, nos maneja a todos, anda cuando quiere.
O a la plancha:
—Hoy te vas a portar bien, ¿no me vas a quemar?

Un día, extraño para mí, mamá dijo:
—Al taller del tío, no se puede ir más, ni va a venir nunca.
Nada más… y nos fuimos a vivir a Colonia, en unos días.

Años después, me llegó una noticia sobre el tío Walter.
Su escopeta de caza, había terminado el trabajo, que el auto no había podido hacer esa noche fatídica, cuando volcó y dejó a toda su familia sin vida, sobre el asfalto de la ruta 1, a Juan L. Lacaze.


Charlybicen

jueves, 27 de agosto de 2020

INSTRUCCIONES PARA ESPERAR UN TRANSPLANTE

Esta es la más fácil de las instrucciones. Primero hay que llegar al trasplante  y antes de eso a la indicación médica. Así que empecemos por el principio. Cada vez hay más
enfermedades que se curan con un trasplante. Podes tener trasplante renal (de riñón), hepático (de hígado), cardiaco (de corazón), pulmonar (de pulmón o pulmones),  de médula
(de células progenitoras hematopoyéticas) y hasta intestinal (de intestino). En otros países ya se hace de cara, de mano, de brazos y hasta de útero. Con este amplio abanico de posibilidades debemos estar agradecidos de haber nacido en esta época ya que hace hasta no mucho tiempo atrás la gente moría por muchas de las enfermedades que hoy se cura con un trasplante.
Luego, una vez que hayamos recibido el diagnóstico de nuestra enfermedad y la indicación de
trasplante por parte de nuestro médico especialista debemos esperar. Algunos esperan horas, otros esperan días, otros meses, otros años y otros no aguantan la espera y mueren en el camino. Creo que es importante que tomes conciencia de los tiempos que van a tocarte.
Algunos van a ser fáciles y otros van a ser realmente muy duros. ¡Tenemos que ser fuertes! y
hacerle caso a nuestro médico! Esas dos cosas van ayudarte en un 70%. El 30% restante va a variar: depende de cada vida vivida, cada particularidad de la familia que te acompañe, un
poco de las amistades que tengas y del azar. Pero el azar te acompaña desde que estabas en los pensamientos de quienes te criaron, así que ya no es una variable sino una constante. Un día va a sonar un teléfono y van a decirte que llegó, que es para vos y que estás en un
operativo. Tal vez seas el primero de la lista de ese operativo, pero sabés que podes ser el
tercero, el quinto o el décimo. No desesperes. Una vez más la vida y el azar van a jugar con tu
cabeza y tus sentimientos. Vas a estar entrenado porque ellos juegan hace bastante tiempo en tu partido. Tratá de escuchar bien lo que dice esa voz en el teléfono, seguí sus indicaciones. Tratá de escuchar bien. En un rato te van a llamar nuevamente y te van a decir que tenés que ir a tu centro de salud porque sos el primero en la lista de distribución de ese órgano. Vas a sentir una tormenta de emociones otra vez. Es normal. Recordá que hace tiempo que esperas esta segunda oportunidad para volver a tener una mejor calidad de vida. Seguí haciendo caso a las instrucciones que te da la voz del teléfono. Seguramente es muy amigable y está feliz por vos, esa voz es una voz que te acompaño en este camino así que va a darte mucho ánimo para que sigas adelante con más fuerza. Tomá unas pocas cosas y tus remedios aunque estos últimos van a cambiar luego de la cirugía. Algo muy importante ¡No comas nada más! Una vez que te avisan que estás en operativo no tenés que comer nada porque en unas horas vas a estar bajo el efecto de la anestesia y es bien sabido que nuestro estómago debe estar vacío para no tener complicaciones. 
Ahora sí, ya tenés que ir al centro médico porque te están esperando. Apurate pero no
desesperes. Siempre te cuidaron en este lugar y hoy lo van a volver hacer. Confía y si querés
antes de cerrar los ojos rezá. Cuando abras los ojos nuevamente vas a sentir que la espera
valió la pena y que esta segunda oportunidad recién empieza.
ROMINA PEREZ MANELLI

LA TORMENTA

La tormenta surgió de repente. Fuertes vientos, torcían los árboles cercanos a la ruta, creciendo acostumbrados a sufrir tornados, que sucedían desde siempre, mucho antes que Isidro, decidiera trasladar a su familia, desde Villa Guillermina, a las afueras de Santo Tomé. La lluvia torrencial, no permitía abrir los postigones que daban al sur, la casa tomó un tono nocturno, a pesar de estar pasando por horas de la tarde, tuvieron que prescindir de la iluminación eléctrica, desde que almorzaban se había cortado. Si bien, no pudieron desarmar toda la mudanza, los principales muebles ya estaban por suerte ubicados, el cuarto de Brenda, que compartiría con su hermana mayor, era amplio, mucho más que el que dejaron atrás, las linternas convenía reservarlas para alguna situación de necesidad, por lo que, papá Isidro, les aconsejó a ambas, que aprovecharan a inaugurar el cuarto para la siesta.
Estela, dejó que Brenda elija que cama usar, ambas se llevaban muy bien, desde siempre; su mamá había fallecido cuando Brenda tenía tres años y Estela nueve, en estos casi seis años que pasaron, cuando Brenda se acostaba, le gustaba que su hermana le contara, cómo era su mamá ya que no la recordaba. Estela lejos de transmitirle tristeza, le divertía la situación, esto la ayudaba a ella, a mantener vivo su recuerdo, ese momento no duraba demasiado, es que Brenda se dormía pronto, pero cuando esta vez, Estela cerró los ojos, su hermanita balbuceaba palabras sueltas, al momento, volvió la luz. Pero no…. era más que la luz de las lámparas del cuarto, era un brillo deslumbrante, ¿de dónde venía?, ¿era de la cama de Brenda?, ¿era de la ventana?, la sorpresa no la dejaba pensar, se sentía en un extraño lugar, igual, no era para menos, hacía tres horas que habían llegado a la casa. Pero lo extraño, no era la casa, en realidad no sentía que estaba en una casa, ¿y la tormenta?, ¿porqué no se sentía?, desde que cruzaron el río Salado, el agua y el viento no habían parado, ahora, había una “calma chicha”, como decía papá Isidro, que había navegado en veleros y en algunos momentos, aún en alta mar, la quietud y tranquilidad tan poco común, hace presagiar, algo feo por venir. Ella que era tan valiente, sosteniendo la armonía del hogar, comenzó a tener miedo, quiso llamar a Brenda, a su papá, pero creía que no le salía la voz, aunque sentía una caricia familiar y el perfume inconfundible de Carmen, su mamá. Avanzó hacia el centro de la luz y sintió la necesidad de alcanzar algo, que no parecía tener forma, pero lo percibía suave y delicado, así se le fue el miedo, tuvo la sensación de ser tomada por los brazos muy delicadamente. Ahora volvió a sentir el viento, pero…. ¿estaba en la nueva casa? Sintió frío. Cuando se incorporó a tomar la cobija, la figura de mamá Carmen, llevando a Brenda de tres años en brazos, la confundió. Su mamá estaba ahí, la casa era la de siempre, en Villa Guillermina. La tormenta seguía, ahora menos confundida, se quedó pensando, mientras la abrazaba, que con su mamá presente, le gustaría tener quince años, y vivir los cuatro en Santo Tomé.


Charlybicen

lunes, 24 de agosto de 2020

Papá me propuso

Papá me propuso, dar la vuelta manzana; al girar la esquina, estaba la casa más hermosa del barrio; entonces me quedé como paralizado y con los ojos que no me cabían en sus órbitas, vi en la vereda, al nene de la casa subido al auto a pedal más hermoso de toda la tierra. Casi balbuceando exclamé: — ¡Mirá papá, el auto de Fangio!— ¡Mirá es azul y amarillo!— ¡Mirá las ruedas!— ¡Mirá el volante, es igual!— ¡Mirá…..Mirá….Mirá…..
Todavía tengo presente esa imagen y mis propios gritos de asombro, aunque lo comprendí, tiempo después, guardo también ese sentimiento de angustia e indignación que se le produce a los niños, cuando piensan en la injusticia que representa — ¿porqué a él sí, y no a mí?—
Hoy, cuando veo una foto de Fangio con ese auto de carreras, no pienso en él ni en sus innumerables triunfos por todo el mundo. Visité su museo en Balcarce, donde hay hermosos y famosos autos. Pero el más maravilloso y mágico, que vi en mi vida, es el que tenía el nene de la casa más hermosa del barrio.


Charlybicen

viernes, 21 de agosto de 2020

ESA NOCHE.

Esa noche del 5 de enero, con la expectativa que le daban esos siete años de vida, fue presuroso hacia la vereda, a cortar el pasto para alimentar a los camellos y lo colocó junto al tazón de agua; todo rápido, ya que mamá le dijo, que se durmiera temprano así podían pasar los Reyes a dejarle su regalo. Puso los mejores zapatitos que tenía, los de charol, junto a la puerta, el pasto y el agua.
Al despertar, se levantó y desarmó velozmente, el paquete sobre los zapatos, miró con asombro que no había agua en el tazón y el pasto estaba un poco desparramado, pensó en lo desprolijos que son los camellos al comer. Tomó la cuerda que colgaba del camión y lo arrastró por todo el patio, hasta que le pidió a papá, que lo llevara a la vereda para jugar y mostrárselo a todos.
Papá le propuso, dar la vuelta manzana; al girar la esquina, estaba la casa más hermosa del barrio; entonces se quedó como paralizado y con los ojos que no le cabían en sus órbitas, vio en la vereda, al nene de la casa subido al auto a pedal más hermoso de toda la tierra. Casi balbuceando exclamó: — ¡Mirá papá, el auto de Fangio!— ¡Mirá es azul y amarillo!— ¡Mirá las ruedas!— ¡Mirá el volante, es igual!— ¡Mirá…..Mirá….Mirá…..


Charlybicen

La estatua .

La estatua enorme que tuve ante mis ojos, me impactó sobremanera y cobró un significado especial para mi vida, cuando mis tíos me explicaban que se trataba de una señora que representaba la “Libertad”. Nos acercábamos a Nueva York y mirando desde la cubierta del vapor estaba deslumbrada por todo. Tenía sólo seis años, mis tíos Lech y Helga, creyeron que un viaje como este, después de la reciente muerte de mis padres, serviría para mejorar mi estado de ánimo. Mis padres amaban la libertad, y la sentían en la cima de los montes Cárpatos que todos los años ascendían.
De regreso a Varsovia, donde nací en 1932, me reencontré con mis primos y volví a disfrutar el andar en bicicleta, pues el viento que volaba mis cabellos me hacía sentir libre. Con Salomon éramos muy amigos, hacíamos carreras dentro del bosque, hasta que un día de 1939, sentimos unas explosiones que nos dieron mucho miedo y regresamos a casa. En pocos días las explosiones se escuchaban más cerca, hasta que comenzamos a oler humo, escuchar sirenas, sonidos de vehículos enormes que no estábamos acostumbrábamos a ver y por sobre todo desesperación en las caras de nuestros mayores— ¡Joanna no salgas de la casa!— me advertía tía Helga.
Por suerte Salomón seguía viviendo en casa, ayudábamos a preparar las valijas y todo lo que pudiéramos llevar; no sabía por qué nos teníamos que mudar de una casa tan cómoda — ¡Estamos perdiendo la libertad! —, dijo Salomón, cuando unos soldados muy violentos, irrumpieron en la habitación golpeando a todos los adultos con mucha violencia, gritando — ¡RAUS!!—. Ya afuera, nos encaminamos en fila hacia la parte más pobre de Varsovia, donde habían construido un muro que se atravesaba por muy pocos lados, al pasar, muchas familias a los costados, nos escupían y hostigaban gritándonos — ¡Fuera Judíos!— . Cuando pasamos el control, con todos nuestros bártulos, mi tío Lech dijo — ¡al menos aquí dentro seremos libres!—. Íbamos rumbo al Gheto de Varsovia. No entendía nada.
Donde fuimos a vivir, era un lugar muy pequeño compartido con otras familias, la primera noche, como para que me quedara tranquila, la tía Helga, me dio una pequeña réplica de la Estatua de la Libertad, que amé toda mi vida. Al principio me consoló usándola de muñeca, hoy siempre que la miro me ayuda a no aflojar para luchar por la “Libertad” que representa. Pocos meses después, con Salomon nos escapamos dentro de una parva de pasto, hasta que dimos con una familia católica, que nos hizo pasar por sus hijos y nos trajo a la argentina. Del resto de mi familia, no supe más nada.
Hoy tengo más de 80 años, y cómo que me llamo Joanna König, sigo luchando, porque la Libertad es un tesoro inherente al humano, por ello nadie debiera eliminarla ni contradecirla.


Charlybicen