Esa noche del 5 de enero, con la expectativa que le daban
esos siete años de vida, fue presuroso hacia la vereda, a cortar el pasto para
alimentar a los camellos y lo colocó junto al tazón de agua; todo rápido, ya
que mamá le dijo, que se durmiera temprano así podían pasar los Reyes a dejarle
su regalo. Puso los mejores zapatitos que tenía, los de charol, junto a la
puerta, el pasto y el agua.
Al despertar, se levantó y desarmó velozmente, el paquete sobre
los zapatos, miró con asombro que no había agua en el tazón y el pasto estaba
un poco desparramado, pensó en lo desprolijos que son los camellos al comer.
Tomó la cuerda que colgaba del camión y lo arrastró por todo el patio, hasta
que le pidió a papá, que lo llevara a la vereda para jugar y mostrárselo a
todos.
Papá le propuso, dar la vuelta manzana; al girar la esquina,
estaba la casa más hermosa del barrio; entonces se quedó como paralizado y con
los ojos que no le cabían en sus órbitas, vio en la vereda, al nene de la casa
subido al auto a pedal más hermoso de toda la tierra. Casi balbuceando exclamó:
— ¡Mirá papá, el auto de Fangio!— ¡Mirá es azul y amarillo!— ¡Mirá las ruedas!—
¡Mirá el volante, es igual!— ¡Mirá…..Mirá….Mirá…..
Charlybicen
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