miércoles, 22 de septiembre de 2021

48-OTRO PARAJE

OTRO PARAJE


¿Y qué pretendes?

¿Que viva desnudo en el tejado?

Antonio Skármeta

El lugar parecía desolado, pero la propiedad se veía sólida. Un chalet de los años cincuenta, de tejas coloniales, con algunas faltantes, mucha piedra de la zona en las paredes, las aberturas de cedro se mostraban bien cuidadas, pero el jardín reclamaba atención. El cartel de venta no tenía ninguna dirección o teléfono para consultar, golpeó infructuosamente las manos luego de haber insistido con el llamador. La ruptura de ese silencio casi sepulcral en la tarde de Capilla del Monte, alertó a un vecino que dormía la siesta bajo una encina frondosa, que un tanto molesto, pero a su vez curioso, se sintió obligado a acercarse. En ese lugar ya nunca pasa nada, ahora los turistas recorren algunas calles céntricas y los caminos que van al Cerro Uritorco o al Zapato, por allí de tarde no vuelan ni las moscas. 

—Hasta el mes que viene, no va a encontrar al dueño —dijo el vecino amablemente y agregó—: Buenas tardes ¿Está interesado en comprarla?

—Algo así —replicó el visitante, con cara de pocos amigos. Y siguió mirando los alrededores sin llevar la vista al curioso inquisidor.

—¿Es de Buenos Aires? —siguió el vecino agregando—. ¿Vino de a pie? —La indiferencia que mostraba el visitante, no hacía mella en la actitud del hasta ahora entrometido, que señaló—: Soy Gordon Invo. Pa’ lo que guste.

Eso sacó un poco al joven de su frialdad y como hablando consigo mismo, dijo en voz alta “Tantos kilómetros al pedo, para no encontrar a nadie”.

Gordon lo escuchó y se acercó diciéndole—: Pero no se preocupe joven, todo se arregla, empecemos ¿Cuál es su nombre?

El joven se puso más molesto aún, pero perdido por perdido, trató de mostrarse gentil y le contestó—: Franco es mi nombre. Sí, quiero comprar la propiedad y vengo de Rosario, mi auto se detuvo a unos 50 metros de aquí, no sé por qué, y caminé los pasos que me separan. Pero ahora encuentro que no puedo hacer nada y además estoy de a pie —El hablar con Gordon y descargar su malestar, lo relajó y preguntó—: ¿Dígame Don Gordon? ¿Usted sabe algo de los dueños?

Gordon, con la seguridad que le dio el verlo venir al pie, como dicen en el boliche, respondió—: Y…  yo soy el cuidador.

—Pero hombre, haberlo dicho antes —dijo entre sonrisas, Franco.

—Usted no me lo preguntó. Pero lo veo tan perdido, como si viviera desnudo sobre el tejado y con cierta altanería, no quería pasar por pretencioso.

—Tranqui amigo, le pido mil disculpas, pero tantas horas en la ruta, el auto que se detiene sin saber por qué y encima llego a un lugar que no puedo visitar, imagínese cómo tengo los nervios.

—Bueno Franquito, está todo solucionado, yo tengo la llave, le muestro la casa por dentro y si quiere por un par de noches la puede alquilar y la prueba. Desde hace veinte años, nadie se queda más de dos días, no lo quiero asustar, pero en la década del 70 yo fui uno de los que hizo los avistajes de ovnis y en ese quincho que tiene la propiedad vi cosas raras. Mañana le cuento.

—No se preocupe Don, yo no creo en los ovnis y menos en sus ocupantes. Después que abra la casa me tiro a dormir y mañana será otro día.

A la mañana siguiente, Franco desayunó lo que había traído para el viaje y se fue con sus bártulos hasta el pueblo para encontrar provisiones y un mecánico para el auto. 

Camino al super, entró a la inmobiliaria Vader, la primera de la avenida. Derrick su dueño, lo invitó al escritorio y se puso a su disposición. 

Franco le consultó por la propiedad que se vende en la calle Mendoza. 

—¿Mendoza, Mendoza? — buscó—. ¡Ah! sí, ya sé, esa es una oferta privada, hace años que está en venta, su dueño no se conoce, personas algo extrañas algunas veces la habitan, pero nadie las trata y tampoco se sabe quién les da las llaves para entrar. 

—¿Usted conoce al señor Gordon Invo? ¿Vecino del lugar?

—Ni idea, yo vivo en la casa del contrafrente y jamás sentí hablar de ese señor ¿Por qué lo pregunta? 

—Es que él me invitó a usarla, luego que le manifestara mi deseo de comprarla.

—Le pregunto algo—le dijo Derrick—. ¿Por casualidad, su auto se detuvo sin explicación unos metros antes?

—Efectivamente —respondió Franco algo nervioso

—Amigo, vuelva a su auto y si arranca, le sugiero que se aleje de Capilla del Monte y no pase a integrar la lista de personas de las que nunca más se supo.

Franco, estaba confundido. Ahora sí que se sentía desnudo sobre el tejado. Puso el coche en marcha y arrancó raudamente a buscar sosiego en otro paraje.


Charlybicen                                


 

domingo, 19 de septiembre de 2021

47-REFLEXIONES Y NO

 

REFLEXIONES Y NO


No, es un vocablo muy usado por padres y maestros castradores, que abusan de él para librarse de responsabilidades más complejas; pero a su vez, su uso prudente es muy necesario y muestra los límites útiles para relacionarnos entre personas o con el medio que nos rodea. 

“Non pestare l’erba” (no pisar el pasto) rezaba un cartel de un club italiano, en este caso el no me suena mejor que el “Prohibido pisar el césped”, el no, es una invitación a evitar tal acción, prohibido, trae implícito un futuro castigo.

En espíritus menos audaces, muchos noes a edades tempranas, pueden llevar a futuras personas retraídas, vergonzosas y acomplejadas.

El gesto del no, barriendo el aire con el dedo índice, deja pocas dudas, como así también el giro de la cabeza hacia ambos lados, barre con tu deseo.

Ese límite que nos sugiere el no, implica tomar una decisión de quedarnos en la comodidad establecida, o pasarlo y asumir las consecuencias que ello implica; esas consecuencias son lo único que no podemos evitar.

Si nos observamos bien, el no está muy ligado a nuestros miedos y cobardías, que nos encarcela dentro de muchas frustraciones por dejar de hacer lo que deseamos.

También reflexioné sobre estas dos letras, ene y o, me sonaron a la mitología griega, pues Eneo era un rey de Etolia a quien Dionisio le regaló la primer vid para plantar en Grecia, él fue quien lo difundió y le dio el nombre: Oinos (vino en griego). Ya anciano, fue asesinado y sepultado en Arcadia.

Algo más sobre el buen uso del NO, sirvió en Chile para comenzar a desalojar del poder a Pinochet, a través de un plebiscito. En Argentina, otro plebiscito donde triunfó el SÍ, nos llevó a firmar la paz en el conflicto por el Canal de Beagle.


NO me ataré al NO

SÍ me animaré al SÍ

NO lo haré porque SÍ

SIno porque NO. 


Charlybicen


martes, 14 de septiembre de 2021

46-Muerta

 

Muerta

Quiero saber

¿Qué podrás decirme?

¿Quién fue? Todos sabemos,

las mujeres se mueren,

aunque todavía no haya ocurrido.

 

Yo cerraré la puerta

vengan a lavarle la cara

un cuerpo, un olvido.

Su cabeza de batalla muerta

tenía una bala en la nuca.

 

–¿Qué hacían en esa esquina?

el aire contenido de la calle,

parecido al color manchado de la muerte

cubre las úlceras del pecho.

Que se sepa para siempre,

maten a la que piensa,

maten a la que denuncia.

Murió mirando al oeste

 

Muerta.

 

Charlybicen


lunes, 13 de septiembre de 2021

45-Verdad grabada


 Verdad grabada


Ese viernes, los cuatro dispusieron sus horarios, para no perderse la reunión tan particular. Luego de las 21, llegaron al edificio. El portero tenía los nombres de los invitados que Glenda recibiría. 

Todos se conocían desde que habían sido testigos involuntarios del fatal accidente, presenciado al cruzar la esquina de Corrientes y Talcahuano. Un colectivo, al girar, había sido embestido por un imprudente motociclista que cruzó en rojo el semáforo y ni su casco lo salvó de la muerte. Todos quedaron impactados, mientras esperaban la ambulancia, los policías de un patrullero estacionado cerca, se hicieron presentes, tratando de vallar el lugar y tomar nota de los testigos que pudieran aportar lo que vieron. Dentro de las 48 horas, se podían presentar a declarar en la comisaría Nº3, de la calle Tucumán. 

El destino quiso que Glenda Jackson, Griselda Pérez, Gastón Ferretti y Claudio Silvestre (el malabarista de la calle Talcahuano), coincidieran en día y horario para presentarse. Allí se reconocieron y enseguida comenzaron a intercambiar opiniones sobre el accidente. 

Glenda era la única callada y la que se alegró de la coincidencia, aunque no cree en las casualidades sino en las causalidades; ella vende ropa de fiesta en una galería de la Av. Cabildo. Su madre combinó el apellido extranjero de su marido y le puso el nombre de una actriz que admiraba. Tiene 35 años, le encanta conocer gente y cuando se dan las circunstancias, las invita a su casa. 

La espera para declarar se hizo interminable, a medida que conversaban se fueron soltando y allí se enteró de varias cosas sobre Griselda Pérez: que tenía 29 años, que era contadora y estaba divorciada. Ama los gatos y las plantas. No tiene hijos.

A su lado, se había sentado Gastón Ferretti, un apuesto joven de 33 años, corredor de una fábrica de calefones. Vive con sus padres. Las plantas, el ajedrez y las películas XXX son su escape.

Finalmente, en la silla de enfrente, se había sentado Claudio Silvestre que a sus 36 años, sigue disfrutando el ser malabarista en esquinas céntricas de Buenos Aires. Está enamorado de su admiradora secreta.

Fue tal la empatía que Glenda descubrió, que les propuso una pronta reunión informal, en su departamento del barrio de Belgrano, para conocerse, esa noche no se hablaría del accidente, ni sus consecuencias. El más reacio a decidirse pronto fue Gastón, el cuidar a sus padres lo usaba como excusa, más cuando se trataba de reunirse en grupo, pero Griselda lo convenció a salirse de sus rutinas y animarse a más.

Glenda, era la única hija de un ingeniero electrónico que había perfeccionado una máquina de la verdad; luego de quedar huérfana, siguió como aficionada probando el aparato que le resolvía reuniones muy amenas y divertidas con sus variopintos invitados. La máquina detectaba luego de procesar la información, por el efecto que una pregunta hacía en el invitado, una respuesta que traducía en un parlamento robótico. El artilugio solo se reducía a una especie de tensiómetro, una red para el pelo con algunos cables y luces led, a modo de casco, conectado a una pequeña computadora.

El delivery de picadas y bebidas llegó en horario. Luego de las primeras conversaciones informales, Glenda les contó del proyecto que tenía de probar la máquina de la verdad con alguno que se ofreciera. Todos se miraron y Claudio, que había estudiado circo y sabía de pruebas en el espectáculo para entretener al público con sorpresas y trucos, se ofreció sin mucho protocolo.

Con la ayuda de Griselda, Glenda procedió con la instalación, antes de encenderlo, le dijo que le formularía una pregunta de prueba y luego dos más. La luz ambiental era tenue y la tensión de todos iba in crescendo, la red se encendió de un rojo brillante, que asemejaba un manojo de rubíes. Claudio estaba tranquilo, casi disfrutando, cerró los ojos y escuchó la pregunta:

—¿Cuál es tu palabra favorita? —la luz de la red, se apagó un instante y luego comenzó a parpadear, por el altavoz sonó la primera palabra en un tono metálico:

—Amor —se escuchó, aumentando el nerviosismo de todos; acto seguido, las luces de la red comenzaron a parpadear nuevamente y por el altavoz se escucharon más palabras separadas por una interrupción:

—Paz...Tesoro…Confianza —esto sorprendió a todos, pero aún más a Glenda, quien estaba pensando en por qué el altavoz tradujo tres palabras. Confianza, era justo la pensada por ella. Griselda y Gastón, identificados con las otras, no salían de su asombro, pero Claudio ignoraba lo que escucharon todos debido a que el casco se lo impedía, él observaba sus caras y gestos que lo intrigaban. Glenda le señaló la segunda pregunta:

—¿Qué profesión te hubiese gustado tener? —Luego de unos instantes y mucho parpadeo de las luces, se escuchó:

—Crupier Las Vegas… Vivero… Ajedrecista… Ingeniera.

 El malabarista, seguía en su estado de ignorar todo, como si fuera un dulce corderito llevado de una soga por Glenda.

La última pregunta no se hizo esperar:

—¿Qué es lo que te causa más placer? —la luz de la red comenzó el parpadeo, todos se concentraron en el altavoz, y se escuchó:

—Mirada Mariela —se hizo un silencio que se podía oír, y el altavoz continuó con su voz monótona:

—Recuerdo adolescente… Porno… Vestido bailarina —Glenda, fue la primera en decir:

—Acá, está ocurriendo algo maravilloso pero imprevisto… ¿ustedes lo escucharon? Griselda, un poco nerviosa, dijo:

—A esta altura de la reunión, debo decirles que lo que más me causa placer es recordar todavía las relaciones íntimas que tuve en la adolescencia con mi parejita Gabriel.

Gastón agregó:

—Esto no lo hablo con nadie, pero lo que me causa más placer es mirar películas porno.

Glenda cerró el momento confesando que lo que más placer le produce es soñar que, vestida de bailarina, lo hace como su amiga Claudia.

Viendo el estado de nerviosismo general y su imposibilidad de dar muchas explicaciones, La anfitriona decidió terminar el juego. Luego sucedió que, al desconectar la máquina, los cuatro, en un estado de confusión, se sorprendieron al darse cuenta de que no recordaban lo que había pasado desde que Glenda conectó los aparatos. La picada se había consumido y cada uno estaba ensimismado con su pensamiento, una risa nerviosa los atravesó y decidieron retirarse a sus vidas con la promesa de comunicarse a la brevedad.

Glenda, no salía de su asombro ya que estaba tan desconcertada como el resto, ignorando lo sucedido. 

Al retirarse a descansar, descubrió que la videocámara puesta por ella sobre la biblioteca, seguía encendida… 


Charlybicen



lunes, 6 de septiembre de 2021

44-Valió la pena

 

Valió la pena


A Luis lo movilizó leer el libro que le acerqué: El lugar sin límites. Su reacción inicial, fue decirme que las historias de homosexuales, no le interesaban, menos de prostíbulos y menos de lugares baratos y sucios, pero que, por mi invitación accedió a leerlo. Lo comentó como la historia muy dura de Manuela, un travesti homosexual que goza su vida bailando en un prostíbulo de muy baja estopa, en un pueblito perdido y casi deshabitado, queriendo ser feliz, vistiéndose de sevillana, relatando el miedo que tenía hacia personajes despreciables y a su vez la virtud de defender a la víctima, que lo llevó a una tragedia. Me agradeció la deferencia que tuve al facilitarle el libro y me contó su historia personal.

Su relato comenzó a partir del viaje de egresados que realizó junto a sus compañeros del colegio Industrial en 1966 y lo llevaron a tener su primera experiencia de intimidad sexual. En aquellos años, los viajes estaban motivados por el estudio, el conocer el trabajo en grandes empresas y los paisajes que las rodean recorriendo parte del país.

—Por aquel entonces tenía 18 recién cumplidos —Comenzó a relatarme Luis 

—El viaje se originó en Córdoba, donde pudimos visitar las fábricas Fiat, Materfer y Renault. Seguimos con la visita a un ingenio azucarero en Tucumán, donde tuvimos la oportunidad de probar el dulce encerrado en la pulpa de la caña de azúcar. Pasando por la ciudad de Salta, llegamos a San Salvador de Jujuy, al día siguiente visitamos los Altos Hornos Zapla, donde se fabricaba el acero. Por la noche a nuestro alojamiento, nos llegó la invitación de los choferes del micro a visitar algún lugar para divertirnos en las afueras de la ciudad. Sin saber mucho de qué se trataba, pero también para no quedar afuera de la mayoría, igual me pasó en ese viaje con el cigarrillo, accedí a la invitación, junto a unos diez compañeros. El transporte salió de la ruta principal, internándose por calles de tierra, uno de los choferes nos indicó que las luces rojas en algunas de las casas, era la señal para saber que allí se encontraba, lo que veníamos a buscar, casi sin saberlo. Aunque parezca mentira, muchos teníamos pudor de hablar de nuestra intimidad y deseos de forma seria, todo lo reducíamos a chistes baratos sobre sexualidad y hazañas sexuales imaginadas, cuanto más morbosas mejor; pero seriamente muy poco. El micro se detuvo cerca de una de las casas con su luz roja en el porche, bajamos en fila india como estábamos acostumbrados a movernos en la escuela para entrar al aula, nos debíamos quedar fuera de la casa y observamos que dentro en medio de un espacio con luz tenue, se disponían algunas mesas con bebidas, varios hombres sentados junto a mujeres prostitutas, semidesnudas, igual a las que encontrábamos en las revistas que curioseábamos en las horas libres. Pasando entre parejas bailando, el chofer se acercó a la barra para negociar la supuesta diversión, al salir nos dijo que teníamos que pagar algunos pesos, por tener un encuentro sexual con una de las chicas. Así como fuimos llegando en la fila, se fue cumpliendo el turno, lo sorprendente es que todos iríamos con la misma joven señalada. Mi lugar era noveno, con lo cual pasé más de una hora esperando en la vereda, provocando la molestia de sentir la vejiga cargada sobre el cinturón y que aguanté el alivianarla, para no perder el turno. La memoria, aún de las propias situaciones vividas, con los años suele transformarse en una mezcla de sucesos, deseos pasados y muchos detalles que uno olvida o acomoda. Recuerdo eso sí mi falta total, no sólo de experiencia, sino de información válida para llevar a la práctica los chistes, cuentos y relatos, sobre cómo tener una relación sexual con otra persona, sabíamos auto satisfacernos a duras penas. Cuando me tocó el turno —siguió relatando Luis, mientras escondía la mirada—, me dirigí entre esa penumbra sórdida hacia la chica indicada, distinguida entre todas por ser la que recién se sentaba luego de su encuentro con mi compañero anterior. 

Con un: “vení”, me tomó de la mano y llevándome fuera del local, atravesamos una puerta hacia una habitación a oscuras, las ganas de desocupar la vejiga se habían pasado y no recuerdo haber estado excitado, sí mi nerviosismo; no sabía muy bien qué tenía que hacer, no se veía con quién lo iba a hacer, ni dónde. Hasta que la chica encendió una vela, me pidió el dinero ya convenido con el chofer y vi que se quitaba el vestido, nunca el corpiño, se acostó en una cama y me dijo: “¿Te pusiste el cosito?” Supuse que se refería al preservativo, con vergüenza le contesté un pequeño sí. “Entonces ¡vení!” me dijo casi a modo de orden. No sé si era la vejiga cargada, el nerviosismo, la ignorancia, o vaya a saber uno, lo cierto es que no recuerdo haber tenido erección, ni nada aproximado en el momento. La chica comenzó a moverse debajo mío y al instante preguntó:

”¿Ya está querido?” Yo intentaba besarla, que fue el principal impulso que tuve, pero ella me advirtió que eso no quería que pasara, del resto de mi cuerpo, no tenía noticias. Dos o tres veces más insistió: “¿Ya está querido?” Tal vez por su insistencia o verdaderamente porque ya quería salir de ese lugar y esa situación espantosa, le dije que sí; sin analizar lo que había ocurrido, ni por qué servicio había pagado. Entonces, incorporándose me acercó un recipiente con agua y me dijo: “¡Nene! El cosito tiralo aquí y te podés lavar”. Salí hacia la vereda, esperando al último que faltaba y nos reunimos en la esquina junto a otros cuatro que aguardaban, el resto se había vuelto con el micro al hotel. Nosotros debíamos procurarnos transporte para llegar y lo hicimos subiendo todos a un taxi Renault 4, batiendo el récord de pasajeros. Lo que todavía me sorprende, es que nadie comentó su experiencia vivida, ni hablamos nada de lo sucedido.

Cuando leí el libro que me pasaste, reviví casi todas las situaciones y volvió a mí, parte de la repugnancia que me produjeron en aquel momento la prostitución, los prostíbulos y las distintas situaciones patéticas de los personajes de la historia, que seguramente viven siendo víctimas de sus propias limitaciones, deseos e ignorancia.

Como deducirás, jamás volví a pisar un lugar así, nunca más me relacioné con esas señoritas y tampoco me gusta leer estas historias, aunque reconozco lo bien escritas que están, con detalles melodiosos que describen el drama de los personajes y las tragedias a lo largo del relato.

—¡Gracias Luis! Lo que te removió y tus comentarios, me hacen valorar este libro tan sencillo como profundo. Valió la pena que lo hayas leído, por el sólo hecho de escuchar tus vivencias.


Charlybicen.


jueves, 2 de septiembre de 2021

043-Lluvia que limpia

 

Lluvia que limpia

 Cuando llueve salgo de:

la impureza, la envidia,

la idolatría y la superstición,

la violencia, la discordia,

la ambición y el miedo...

 

               Es que con lluvia:

                           confío, pacifico, alegro,

                               enciendo, erotizo y enamoro...

 

                        Y siento que la lluvia:

                         me serena, me suaviza,

                           me alegra y calma,

                         me fortalece, me enciende,

                            me erotiza, me enamora...


Charlybicen

042-Mechita II

Mechita II

 

Cuando se acerca el verano, me gusta salir a la ruta muy temprano, disfruto el amanecer en zonas más despobladas, esperando ver el estallido de verde y oro desde el este, y si hay algún espejo de agua, mejor. Como en general encaro el viaje sin apuro, suelo detenerme en alguna bajada y aguardar las bandadas de garzas blancas y bandurrias, que se acercan. Los zorzales, benteveos y horneros, muchas veces me aturden con su canto de alegría saludando el nuevo día. A veces quedo tan extasiado, que hasta dejo enfriar el mate.

Esta vez tomé la ruta 5 con rumbo a la laguna de Bragado, corazón de la pampa fértil; pasando la localidad de Alberti, los carteles que aparecieron, iluminaron mi recuerdo y sacaron a flote las emociones vividas hace cerca de 30 años, con un increíble personaje que conocí en ese tiempo y quedé conectado luego, solo en forma epistolar. Mechita era la ciudad de la anécdota y Regino Sardiazabal el protagonista, que en su momento se convirtió en un nombre popular, gracias a una carta que expuso a la entrada de la oficina de una empresa constructora y más cuando en un artículo que, gentilmente me publicaron en el diario local, relaté lo sucedido. Al día siguiente Regino, un paisano enfundado en sus botas, el ceño fruncido, la mirada severa, bien afeitado y los bigotes prolijamente recortados, se apersonó en el hotel donde me alojaba, con su sombrero de ala ancha en la mano y su pañuelo anudado al cuello; luego de cruzar unas palabras y aclarar los tantos, me invitó a su casa a matear.

Volviendo al viaje, sentí la necesidad de pasar por Mechita y visitar a mi amigo Regino. hacía más de un año que no nos escribíamos y la emoción fue grande al vernos; cuando él me preguntó sobre lo que estaba escribiendo, seguramente se dibujó en mi rostro la idea que tuve desde que pensé en visitarlo y al toque, como rápido que es, me preguntó qué andaba escondiendo bajo el poncho con esa cara de ingeniero de la Nasa; por supuesto que solté la carcajada y a su pedido de desembuchar, desembuché. ¡Mirá Regino! (porque ahora nos tuteamos), estoy escribiendo a través de unas preguntas que le formulo a distintas personas que fui conociendo en mi vida y me gustaría que me honres en acceder al cuestionario. A lo que me respondió que estaría encantado en participar, me pidió un momento para volver a ensillar el mate que se había lavado, y mientras calentaba el agua, comencé:

 

1. ¿Cuál es tu palabra favorita?

Perdón. Pero no como cosa humillante, sino como liberadora, que nos saca el entripado de alguna discusión.

2. ¿Cuál es la palabra que menos te gusta?

Provocación. Suele ocurrir todavía, cuando voy al boliche, que algunos paisanos pasados de ginebra, buscan cualquier excusa para iniciar una pelea, pareciera que se sienten culpables de su debilidad por el alcohol y buscan a alguien que los castigue.

3. ¿Qué es lo que más te causa placer?

Trabajar. Ahora que estoy casi jubilado, en la obra dejo de meterme en los trabajos pesados, por la cintura, viste, pero bueno, mal que mal ya hice lo mío.

4. ¿Qué es lo que te desagrada?

Ver la vagancia en muchachos jóvenes, tirados por el pueblo, sin ambiciones ni proyectos, con desgano para cambiar su destino.

5. ¿Cuál es el sonido o ruido que más placer te produce?

La voz de la Jacinta, cuando se acurruca a mi lado y van 40 años.

6. ¿Cuál es el sonido o ruido que te aborrece escuchar?

El rugir de autos y motos a la hora de la siesta o en las madrugadas del viernes y sábado.

7. ¿Cuál es tu grosería favorita?

¡Porca Madonna! que a pesar de que mis padres eran vascos, un amigo de ellos era napolitano y yo la repetía desde niño sin saber su significado, ahora cuando me sale, la Jacinta me retruca ¡Porco Regino!

8. Aparte de tu profesión ¿qué otra profesión te hubiese gustado ejercer?

Camionero. A veces cuando con la patrona nos sentamos a tomar mate bajo la sombra de los álamos de la ruta, todavía jugamos, cuando pasa un camión a que ella me ceba en la cabina.

9. ¿Qué profesión nunca ejercerías?

Chofer de fúnebres. Pero te cuento algo peor que siempre me impresionó, cuando era niño, muchas veces paraba a reabastecerse, un corredor de carreras de Villa Ballester, quién era contratado para abaratar costos, por empresas fúnebres de Buenos Aires, para llevar y traer personas recién fallecidas, atadas en el asiento del acompañante, simulando que estaban vivas.

10. Si el Cielo existe y te encontraras a Dios en la puerta ¿Qué te gustaría que Dios te dijera al llegar?

Regino, bienvenido,  te esperaba porque te resististe varias veces, pero veo que fuiste feliz, te ganaste el cielo.

 

El día avanzaba y no quería pasar la noche en el camino, la despedida fue difícil para todos pues estaban dispuestos a alojarme en su casa como ya lo habían hecho en su corazón y seguí mi ruta con la promesa de pronto regresar.

 Regino, Jacinta, Mechita, nombres que llevo grabados a fuego gracias a la escritura.

 

Charlybicen