lunes, 15 de agosto de 2022

66-Un cajón secreto

 

Un cajón secreto

Un cajón secreto que contiene una carta sin enviar, por supuesto no le sucede a cualquiera. Pero para qué estoy yo, feliz mortal, sino para que me suceda lo insólito, lo que nunca nadie esperaría. Tampoco se me ocurre que conozcamos a muchas personas a quienes les apasione conseguir objetos antiguos. A mí sí, mejor dicho a mi amada y (según ella) nunca bien ponderada esposa. Ella se regocija al recorrer esas ferias en que la gente saca todas las cositas de sus abuelitas y las pone en las vereditas, arriba de mantitas. Disfruto acompañarla, pues disfruto estar con ella y siempre terminamos el paseo tomando algo rico en El Tortoni. Nuestra casa podría decirse que está poblada de estatuitas, floreritos, cajitas, cuadritos. Aunque debo reconocer su buen gusto a la hora de elegir y acomodar prolija y armoniosamente tantos habitantes inanimados. 

Uno de esos días de nuestros habituales tours por ferias y cachivacherías varias, ambos quedamos deslumbrados por un pequeño Chifonier estilo Luis XV , en impecable estado, en cuya parte superior contaba con un mármol rosa portugués y un secreter que lo hacía versátil como escritorio. Todo construido en caoba y con pequeños cajones a los costados. ¡Qué decir! Ese día el apasionado fui yo. Además tenía el lugar apropiado para instalarlo en la biblioteca. Y fue así como lo compramos.

Habiendo descargado ya el mueble en el garage de la casa, me dispuse a revisar y repasar la suciedad que pudiese tener. Diez pequeños cajones dispuestos en hilera a cada lado del tablero rebatible y todo resguardado detrás de una cortina de madera. Las finísimas tablillas de caoba que formaban la cortina, terminaban en una pequeña cerradura para hacerlo privado. Al desmontar los cajones, noté que uno de los diez era más pesado. Lo examiné con más minuciosidad y descubrí un grosor en el fondo distinto a los demás. Efectivamente, unida al lateral tenía una disimulada hendidura para poner la uña del dedo pulgar y jalar hacia arriba una tapa. Esto daba lugar a una especie de compartimiento secreto, al menos a primera vista, si tenemos en cuenta que dicho cajón podría haber estado ocupado, el escondite era casi perfecto. Levanté con curiosidad la tapa y allí sí, me encontré con la citada carta del comienzo. 

Llegó aquí entonces el momento de llamar a Rosarito, mi esposa coleccionista, para juntos descubrir los secretos que guardaba el sobre. Se lo notaba lo suficientemente amarillento para suponer que tenía mucho de antiguo. Su textura nos sugería que el papel podría ser de fines del siglo XIX, con guantes apropiados tomé el sobre para no aportar grasitud y evitar su posterior deterioro. Al estar abierto puso al descubierto una hoja escrita. El papel era de la misma calidad y tenía un sello de agua que Rosarito supuso que era un escudo de una casa española. La letra era muy legible a pesar de ser manuscrita y con pluma de ave. Y decía lo siguiente:

Mi amada Cloudet, si conseguisteis llegar a este lugar secreto, es señal de que las amenazas de nuestra impiadosa regente se han cumplido. Os ruego amada mía, por lo que más queráis del mundo, que hagáis lo imposible por rescatarme del convento a la que seguramente seré trasladada. Pareciera definitivamente que nadie entiende nuestro amor. Aún cuando sigo sintiendo los golpes a mi puerta como si fuesen a mi corazón, quiero que sepáis que guardo la esperanza de huir contigo. Sigo soñando en cruzar juntas a Francia para vivir en sublime libertad y volver a sentir el ardor de nuestros cuerpos enredados en medio de sábanas púrpuras, lejos de la cruel Dorotea, lejos de la guerra, lejos del mundo que no nos comprende.

A partir de ese momento, ese sobre y esa carta, sin fecha y sin firma, pasó a convertirse en nuestro mayor tesoro. Dimos por seguro que nos sería imposible conocer la verdadera historia. Pero sería la punta de lanza para comenzar a escribir entre ambos la posible gesta, detrás de la carta sin enviar encontrada en un cajón secreto.


Charly Zerzer Agosti

Agosto 2022