La tormenta surgió de repente. Fuertes vientos, torcían
los árboles cercanos a la ruta, creciendo acostumbrados a sufrir tornados, que
sucedían desde siempre, mucho antes que Isidro, decidiera trasladar a su
familia, desde Villa Guillermina, a las afueras de Santo Tomé. La lluvia
torrencial, no permitía abrir los postigones que daban al sur, la casa tomó un
tono nocturno, a pesar de estar pasando por horas de la tarde, tuvieron que
prescindir de la iluminación eléctrica, desde que almorzaban se había cortado.
Si bien, no pudieron desarmar toda la mudanza, los principales muebles ya
estaban por suerte ubicados, el cuarto de Brenda, que compartiría con su
hermana mayor, era amplio, mucho más que el que dejaron atrás, las linternas
convenía reservarlas para alguna situación de necesidad, por lo que, papá
Isidro, les aconsejó a ambas, que aprovecharan a inaugurar el cuarto para la
siesta.
Estela, dejó que Brenda elija que cama usar, ambas se
llevaban muy bien, desde siempre; su mamá había fallecido cuando Brenda tenía
tres años y Estela nueve, en estos casi seis años que pasaron, cuando Brenda se
acostaba, le gustaba que su hermana le contara, cómo era su mamá ya que no la
recordaba. Estela lejos de transmitirle tristeza, le divertía la situación,
esto la ayudaba a ella, a mantener vivo su recuerdo, ese momento no duraba
demasiado, es que Brenda se dormía pronto, pero cuando esta vez, Estela cerró
los ojos, su hermanita balbuceaba palabras sueltas, al momento, volvió la luz.
Pero no…. era más que la luz de las lámparas del cuarto, era un brillo
deslumbrante, ¿de dónde venía?, ¿era de la cama de Brenda?, ¿era de la ventana?,
la sorpresa no la dejaba pensar, se sentía en un extraño lugar, igual, no era
para menos, hacía tres horas que habían llegado a la casa. Pero lo extraño, no
era la casa, en realidad no sentía que estaba en una casa, ¿y la tormenta?,
¿porqué no se sentía?, desde que cruzaron el río Salado, el agua y el viento no
habían parado, ahora, había una “calma chicha”, como decía papá Isidro, que había
navegado en veleros y en algunos momentos, aún en alta mar, la quietud y
tranquilidad tan poco común, hace presagiar, algo feo por venir. Ella que era
tan valiente, sosteniendo la armonía del hogar, comenzó a tener miedo, quiso
llamar a Brenda, a su papá, pero creía que no le salía la voz, aunque sentía
una caricia familiar y el perfume inconfundible de Carmen, su mamá. Avanzó
hacia el centro de la luz y sintió la necesidad de alcanzar algo, que no
parecía tener forma, pero lo percibía suave y delicado, así se le fue el miedo,
tuvo la sensación de ser tomada por los brazos muy delicadamente. Ahora volvió
a sentir el viento, pero…. ¿estaba en la nueva casa? Sintió frío. Cuando se
incorporó a tomar la cobija, la figura de mamá Carmen, llevando a Brenda de
tres años en brazos, la confundió. Su mamá estaba ahí, la casa era la de
siempre, en Villa Guillermina. La tormenta seguía, ahora menos confundida, se
quedó pensando, mientras la abrazaba, que con su mamá presente, le gustaría
tener quince años, y vivir los cuatro en Santo Tomé.
Charlybicen
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