viernes, 28 de agosto de 2020

Siempre

Siempre lo recuerdo, con los ojos húmedos y cansados, hablándole a los objetos de ese taller, en el que trabajó por años y le torcieron la espalda. Cuando llegaba a visitarlo, ni me miraba, la discusión la tenía con el “burro de arranque”:
—¿Cómo que no quiere entrar?, si tuvo un mal día, imagínese yo, que tengo que aguantar sus quejas, con ese ronroneo que suena a falso —decía y seguía—, si le puse todo nuevo, como me pidió…quédese en el lugar, que me falta apretar el de abajo.
Bufaba y, sin mirarme, preguntaba:
—¡Nena! ¿Puso la calderita? ¡Fíjese que no bulla!
Mi tío era uruguayo, 55 años, 20 de argentino y a la pava le seguía llamando “calderita”.
—¡Ta que lo parió!, ¿su vieja le mandó la Canaria, que le pedí?
“Vieja”, era su hermana. Mi mamá, que solía viajar a Colonia por trabajo y lo mimaba, trayéndole la yerba, la única yerba, que le gustaba.
Salía de la fosa, que para mí era un pozo del infierno, se limpiaba las manos con un trapo engrasado, y le preguntaba al mate:
—Vos todavía estás cargado, ¿no te desensillaste?
Tomaba el paquete que traía para él, entonces recién me miraba y a mis diez años, me preguntaba siempre lo mismo:
—¿Y? ¿Ya tiene alguien que le arrastre el ala? ¿O todavía ningún “botija” se le atrevió?
Esas eran todas las palabras que tenía para mí, también mi mamá hablaba poco, todos hablaban poco entre personas, había un axioma en casa “la mejor palabra es la no dicha”. En realidad ahora que estoy mayor, veo que, a las cosas se las trataba como personas y a las personas como cosas.
El tío Walter, al auto le decía:
—Usted sí que es hermoso amigo, ¿me va a arrancar ahora?
Cuando buscaba su gorra para salir, decía:
—Hasta cuándo se va a esconder, mire cómo se ensució toda, con lo lindo que estaba, no se la puede dejar sola. Venga para acá, que usted es mi compañera.
Mamá, golpeando el televisor mascullaba:
—Este que se piensa, nos maneja a todos, anda cuando quiere.
O a la plancha:
—Hoy te vas a portar bien, ¿no me vas a quemar?

Un día, extraño para mí, mamá dijo:
—Al taller del tío, no se puede ir más, ni va a venir nunca.
Nada más… y nos fuimos a vivir a Colonia, en unos días.

Años después, me llegó una noticia sobre el tío Walter.
Su escopeta de caza, había terminado el trabajo, que el auto no había podido hacer esa noche fatídica, cuando volcó y dejó a toda su familia sin vida, sobre el asfalto de la ruta 1, a Juan L. Lacaze.


Charlybicen

2 comentarios:

  1. Me emocione profundamente con cada palabra descrita desde tu alma tío... aquellos ojos que ven el punto panorámico de la vida... los tuyos... llenas de nostalgia las palabras y logras que me haga presente un poco más en la rutina familiar de aquellos recuerdos que no vivi.. gracias por este regalo de mostrar tu alma a travez de tus palabras a travez de la delicada manera de transcribir los hechos transitados... no podría estar más emocionada de leerte��✨�� te abrazo fuerte❤️Tu sobrina����

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