Mechita II
Cuando se acerca el verano, me gusta salir a
la ruta muy temprano, disfruto el amanecer en zonas más despobladas, esperando
ver el estallido de verde y oro desde el este, y si hay algún espejo de agua,
mejor. Como en general encaro el viaje sin apuro, suelo detenerme en alguna
bajada y aguardar las bandadas de garzas blancas y bandurrias, que se acercan.
Los zorzales, benteveos y horneros, muchas veces me aturden con su canto de
alegría saludando el nuevo día. A veces quedo tan extasiado, que hasta dejo enfriar
el mate.
Esta vez tomé la ruta 5 con rumbo a la laguna
de Bragado, corazón de la pampa fértil; pasando la localidad de Alberti, los
carteles que aparecieron, iluminaron mi recuerdo y sacaron a flote las
emociones vividas hace cerca de 30 años, con un increíble personaje que conocí
en ese tiempo y quedé conectado luego, solo en forma epistolar. Mechita era la
ciudad de la anécdota y Regino Sardiazabal el protagonista, que en su momento
se convirtió en un nombre popular, gracias a una carta que expuso a la entrada
de la oficina de una empresa constructora y más cuando en un artículo que,
gentilmente me publicaron en el diario local, relaté lo sucedido. Al día
siguiente Regino, un paisano enfundado en sus botas, el ceño fruncido, la
mirada severa, bien afeitado y los bigotes prolijamente recortados, se apersonó
en el hotel donde me alojaba, con su sombrero de ala ancha en la mano y su
pañuelo anudado al cuello; luego de cruzar unas palabras y aclarar los tantos,
me invitó a su casa a matear.
Volviendo al viaje, sentí la necesidad de
pasar por Mechita y visitar a mi amigo Regino. hacía más de un año que no nos
escribíamos y la emoción fue grande al vernos; cuando él me preguntó sobre lo
que estaba escribiendo, seguramente se dibujó en mi rostro la idea que tuve
desde que pensé en visitarlo y al toque, como rápido que es, me preguntó qué
andaba escondiendo bajo el poncho con esa cara de ingeniero de la Nasa; por
supuesto que solté la carcajada y a su pedido de desembuchar, desembuché. ¡Mirá
Regino! (porque ahora nos tuteamos), estoy escribiendo a través de unas
preguntas que le formulo a distintas personas que fui conociendo en mi vida y
me gustaría que me honres en acceder al cuestionario. A lo que me respondió que
estaría encantado en participar, me pidió un momento para volver a ensillar el
mate que se había lavado, y mientras calentaba el agua, comencé:
1.
¿Cuál es tu palabra favorita?
Perdón. Pero no como
cosa humillante, sino como liberadora, que nos saca el entripado de alguna
discusión.
2.
¿Cuál es la palabra que menos te gusta?
Provocación. Suele
ocurrir todavía, cuando voy al boliche, que algunos paisanos pasados de
ginebra, buscan cualquier excusa para iniciar una pelea, pareciera que se
sienten culpables de su debilidad por el alcohol y buscan a alguien que los
castigue.
3.
¿Qué es lo que más te causa placer?
Trabajar. Ahora que
estoy casi jubilado, en la obra dejo de meterme en los trabajos pesados, por la
cintura, viste, pero bueno, mal que mal ya hice lo mío.
4.
¿Qué es lo que te desagrada?
Ver la vagancia en
muchachos jóvenes, tirados por el pueblo, sin ambiciones ni proyectos, con
desgano para cambiar su destino.
5.
¿Cuál es el sonido o ruido que más placer te produce?
La voz de la Jacinta,
cuando se acurruca a mi lado y van 40 años.
6.
¿Cuál es el sonido o ruido que te aborrece escuchar?
El rugir de autos y
motos a la hora de la siesta o en las madrugadas del viernes y sábado.
7.
¿Cuál es tu grosería favorita?
¡Porca Madonna! que a
pesar de que mis padres eran vascos, un amigo de ellos era napolitano y yo la
repetía desde niño sin saber su significado, ahora cuando me sale, la Jacinta
me retruca ¡Porco Regino!
8.
Aparte de tu profesión ¿qué otra profesión te hubiese gustado ejercer?
Camionero. A veces
cuando con la patrona nos sentamos a tomar mate bajo la sombra de los álamos de
la ruta, todavía jugamos, cuando pasa un camión a que ella me ceba en la
cabina.
9.
¿Qué profesión nunca ejercerías?
Chofer de fúnebres.
Pero te cuento algo peor que siempre me impresionó, cuando era niño, muchas
veces paraba a reabastecerse, un corredor de carreras de Villa Ballester, quién
era contratado para abaratar costos, por empresas fúnebres de Buenos Aires,
para llevar y traer personas recién fallecidas, atadas en el asiento del
acompañante, simulando que estaban vivas.
10.
Si el Cielo existe y te encontraras a Dios en la puerta ¿Qué te gustaría que
Dios te dijera al llegar?
Regino,
bienvenido, te esperaba porque te
resististe varias veces, pero veo que fuiste feliz, te ganaste el cielo.
El día avanzaba y no
quería pasar la noche en el camino, la despedida fue difícil para todos pues
estaban dispuestos a alojarme en su casa como ya lo habían hecho en su corazón
y seguí mi ruta con la promesa de pronto regresar.
Regino, Jacinta, Mechita, nombres que llevo
grabados a fuego gracias a la escritura.
Charlybicen
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