jueves, 2 de septiembre de 2021

042-Mechita II

Mechita II

 

Cuando se acerca el verano, me gusta salir a la ruta muy temprano, disfruto el amanecer en zonas más despobladas, esperando ver el estallido de verde y oro desde el este, y si hay algún espejo de agua, mejor. Como en general encaro el viaje sin apuro, suelo detenerme en alguna bajada y aguardar las bandadas de garzas blancas y bandurrias, que se acercan. Los zorzales, benteveos y horneros, muchas veces me aturden con su canto de alegría saludando el nuevo día. A veces quedo tan extasiado, que hasta dejo enfriar el mate.

Esta vez tomé la ruta 5 con rumbo a la laguna de Bragado, corazón de la pampa fértil; pasando la localidad de Alberti, los carteles que aparecieron, iluminaron mi recuerdo y sacaron a flote las emociones vividas hace cerca de 30 años, con un increíble personaje que conocí en ese tiempo y quedé conectado luego, solo en forma epistolar. Mechita era la ciudad de la anécdota y Regino Sardiazabal el protagonista, que en su momento se convirtió en un nombre popular, gracias a una carta que expuso a la entrada de la oficina de una empresa constructora y más cuando en un artículo que, gentilmente me publicaron en el diario local, relaté lo sucedido. Al día siguiente Regino, un paisano enfundado en sus botas, el ceño fruncido, la mirada severa, bien afeitado y los bigotes prolijamente recortados, se apersonó en el hotel donde me alojaba, con su sombrero de ala ancha en la mano y su pañuelo anudado al cuello; luego de cruzar unas palabras y aclarar los tantos, me invitó a su casa a matear.

Volviendo al viaje, sentí la necesidad de pasar por Mechita y visitar a mi amigo Regino. hacía más de un año que no nos escribíamos y la emoción fue grande al vernos; cuando él me preguntó sobre lo que estaba escribiendo, seguramente se dibujó en mi rostro la idea que tuve desde que pensé en visitarlo y al toque, como rápido que es, me preguntó qué andaba escondiendo bajo el poncho con esa cara de ingeniero de la Nasa; por supuesto que solté la carcajada y a su pedido de desembuchar, desembuché. ¡Mirá Regino! (porque ahora nos tuteamos), estoy escribiendo a través de unas preguntas que le formulo a distintas personas que fui conociendo en mi vida y me gustaría que me honres en acceder al cuestionario. A lo que me respondió que estaría encantado en participar, me pidió un momento para volver a ensillar el mate que se había lavado, y mientras calentaba el agua, comencé:

 

1. ¿Cuál es tu palabra favorita?

Perdón. Pero no como cosa humillante, sino como liberadora, que nos saca el entripado de alguna discusión.

2. ¿Cuál es la palabra que menos te gusta?

Provocación. Suele ocurrir todavía, cuando voy al boliche, que algunos paisanos pasados de ginebra, buscan cualquier excusa para iniciar una pelea, pareciera que se sienten culpables de su debilidad por el alcohol y buscan a alguien que los castigue.

3. ¿Qué es lo que más te causa placer?

Trabajar. Ahora que estoy casi jubilado, en la obra dejo de meterme en los trabajos pesados, por la cintura, viste, pero bueno, mal que mal ya hice lo mío.

4. ¿Qué es lo que te desagrada?

Ver la vagancia en muchachos jóvenes, tirados por el pueblo, sin ambiciones ni proyectos, con desgano para cambiar su destino.

5. ¿Cuál es el sonido o ruido que más placer te produce?

La voz de la Jacinta, cuando se acurruca a mi lado y van 40 años.

6. ¿Cuál es el sonido o ruido que te aborrece escuchar?

El rugir de autos y motos a la hora de la siesta o en las madrugadas del viernes y sábado.

7. ¿Cuál es tu grosería favorita?

¡Porca Madonna! que a pesar de que mis padres eran vascos, un amigo de ellos era napolitano y yo la repetía desde niño sin saber su significado, ahora cuando me sale, la Jacinta me retruca ¡Porco Regino!

8. Aparte de tu profesión ¿qué otra profesión te hubiese gustado ejercer?

Camionero. A veces cuando con la patrona nos sentamos a tomar mate bajo la sombra de los álamos de la ruta, todavía jugamos, cuando pasa un camión a que ella me ceba en la cabina.

9. ¿Qué profesión nunca ejercerías?

Chofer de fúnebres. Pero te cuento algo peor que siempre me impresionó, cuando era niño, muchas veces paraba a reabastecerse, un corredor de carreras de Villa Ballester, quién era contratado para abaratar costos, por empresas fúnebres de Buenos Aires, para llevar y traer personas recién fallecidas, atadas en el asiento del acompañante, simulando que estaban vivas.

10. Si el Cielo existe y te encontraras a Dios en la puerta ¿Qué te gustaría que Dios te dijera al llegar?

Regino, bienvenido,  te esperaba porque te resististe varias veces, pero veo que fuiste feliz, te ganaste el cielo.

 

El día avanzaba y no quería pasar la noche en el camino, la despedida fue difícil para todos pues estaban dispuestos a alojarme en su casa como ya lo habían hecho en su corazón y seguí mi ruta con la promesa de pronto regresar.

 Regino, Jacinta, Mechita, nombres que llevo grabados a fuego gracias a la escritura.

 

Charlybicen

 

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