jueves, 14 de abril de 2022

62-EL BANQUETE

EL BANQUETE


La invitación había sido verbal, pero ninguno entendió bien de qué se trataba la reunión. Hacía unos años que se habían conocido y fueron gestando unos vínculos que los unieron de por vida. Eran tiempos de muchas carencias pero se acostumbraron a vivir con lo mínimo. Caminaban siguiéndolo a él, de pueblo en pueblo por caminos polvorientos y pedregosos. Ellos no comprendían mucho de qué les hablaba, pero sabían quién era y de dónde venía. Los paisajes que atravesaban eran hostiles y de un aspecto gris amarronado. El celeste del límpido cielo, el turquesa del mar y el verde de los olivares y viñedos, rompían la monotonía de tonos.

Todos habían sido testigos de numerosos milagros, que les hacían dudar de su veracidad, pero sucedieron. Habían discutido con muchos que los hostigaban y perseguían, que los confundían con alguna patota peligrosa para sus intereses.

Era la temporada de corderos y alguien comentó algo sobre un banquete. Luego de tanto tiempo de comer pescado, pan y granos, sería una gran fiesta el compartir unos corderos asados. Se fueron encaminando hacia el lugar propuesto unas horas antes del ocaso. 

Al llegar vieron que el lugar era amplio para todos. En la sala principal estaba preparada una gran mesa con banquetas y sillas en derredor y un mantel blanco que la cubría. Al entrar tuvieron la sorpresa de ver a Emmanuel, que si bien no era el dueño hacía a las veces de anfitrión y los estaba esperando para ofrecerles el lavado de pies, que por aquel entonces era la costumbre al pisar una casa luego de haber caminado y representaba un signo de bienvenida, habitualmente lo realizaba la servidumbre. Algunos lo aceptaron a regañadientes pensando que no era tarea para un anfitrión.

Así se fueron ubicando alrededor de la mesa acompañando a Emmanuel, entre ellos estaban Giovanni, Giuda, Lebeo, Natanael, Simón y algunos más. Ninguno percibió el aroma característico del cordero asado, en la mesa sólo abundaba el pan y el vino. Él les transmitió la importancia de ese alimento que desde ahora y para siempre, tendrían ocasión de recibir. En medio de ese desconcierto que les representó el supuesto banquete, Simón, al observar sus sandalias descubrió una gran llave que brillaba cerca del plato de Emmanuel. Se preguntó qué hacía aquella llave allí. Con cierto temor la tomó y al mostrársela a Emanuel, este sonriendo lo miró y le dijo que se estaba adelantando a lo que tenía previsto. Pero igualmente a todos les contó que cuando él partiera, esta llave junto con otras más van a conformar el llavero que abrirá las puertas del Reino y a partir de ese momento ese llavero le pertenecerá a Simón que comenzará a llamarse Pedro… 


Charlybicen


 

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