miércoles, 14 de octubre de 2020

Todo nuevo

 

Todo nuevo

Todo nuevo para mí, nuestros padres recién separados, resolvieron que hasta acomodar sus cosas, este año, con mí hermana melliza fuéramos a vivir al sur, a casa de nuestros abuelos maternos.

Ese día, la profe de ecología, nos habló de las ventajas de la bici, en la casa teníamos una, que usábamos poco, pero aquí en Bariloche, la idea de pedalear por esos caminos que serpentean internándose en los bosques, me entusiasmó. En la cena lo conversamos y al día siguiente, la abuela Estefanía, dijo que luego de desayunar, en el galpón de las herramientas nos aguardaba una sorpresa. Corrimos con ansiedad al abrir la puerta, el abuelo Gerardo limpiaba una bicicleta, ambas saltamos de júbilo, mi hermana Elba, corrió hacia ella pero mis ojos, descubrieron en un estante, una valija de cuero muy cuidada que cambió mi idea de usar la bici, le pedí al abuelo que la bajara y comencé a escudriñar en ella las cosas que creía perdidas, incluso encontré el cuadro con la foto de la ciudad que pensaba, era de mi imaginación. El epígrafe decía: BIENVENIDOS A LA CIUDAD DE LUCILA.

Lucila, como se llama mamá, como se llama esta ciudad medieval increíble, con su castillo de siete torres de piedras verdes y techos de oro, con miradores para vigilar desde lo alto del monte, sus casitas bajas y techo pizarra, sus calles de piedras que llegan hasta el río Pedro, de aguas correntosas imposibles de navegar, pero cristalinas al igual que su cielo translúcido, los bosques de robles y toda la muralla de protección que la rodea.

Al regreso de su travesía en bici, Elba se sentó a descansar bajo los frondosos álamos, me acerqué para mostrarle mi hallazgo, sus ojos mostraban sorpresa y  alegría al ver la foto y exclamó -—¡Luz-cila! ¡Que hermosa! Recuerdo cuando papá nos llevó, le decíamos así, por la luz que encandilaba, reflejando el sol sobre las paredes blancas o cuando salían rayos de luz de las aguas del río; recuerdo los vestidos que tenían las chicas en la plaza el día de fiesta, luciendo sus organzas con broderie, sus capelinas, sus labios encerados con carmesí boticceliano, sus tirabesos bronceados sobre mejillas encendidas y los jóvenes con sus chaquetones de colores, bordados y con puntillas en las amplias mangas, sus medias italianas, sus sombreros de ala ancha engalanados con plumas de avestruz y de faisán; los perfumes exóticos de las chicas y los aromas de jazmín de los jardines y rosales al borde del camino que serpenteando nos llevaba al castillo, me parece percibir ahora el aroma a pan recién horneado ¿Vos no lo sentís?, me dijo justo en el momento que la abuela llegaba con una canasta de tortitas negras.

Algo me desconcierta, fuimos al mismo paseo con el mismo papá y mirando la misma foto ¿Hablamos de la misma ciudad?

Charlybicen

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