domingo, 29 de noviembre de 2020

EL YESO

 

EL YESO

El yeso marcó mi infancia. Antes de saber que químicamente es sulfito de calcio y mucho menos, que difiere en pureza con la escayola. 

Conocí el yeso de París. Un polvo blanco, fino e inmaculado que deja su sello en todo lo que toca. 

Llenaba moldes de goma de un juego que papá me regaló. Me gustaban las formas obtenidas y la velocidad de su fragua; pero… su dureza aparente ¿se transmitirá a los yeseros...para ocultar su fragilidad?

En mi cuerpo, experimenté tener el brazo enyesado a los once años, casi a imitación de papá, que lo había llevado años antes en ambos brazos. 

Era un artista para darle forma al yeso. Su teatro, era la obra en construcción. 

Casi despectivamente se minimizaba su arte llamándolo “el yesero”, al igual que a mi abuelo y mis tíos. 

Amaba la obra que le daba libertad y alegría, a pesar que lo obligaba a trabajar rápidamente antes que su masa fragüe. 

También la música y a Gardel.


La escayola es más fina que el yeso y a su vez, el apellido de un otrora poderoso Coronel uruguayo de Tacuarembó. Carlos Escayola Medina, casado sucesivamente con tres hermanas Oliva, con las que tuvo 14 hijos, y otros 50 extramatrimoniales. Uno de ellos, según los Orientales, fue Carlos Gardel. 

Prefiero creer en el Gardel de Toulouse, al de Tacuarembó. Aunque no hay suficientes pruebas de ambas teorías.

Todas las mañanas de muchos años, él me despertaba a las siete con las melodías de algún tango de Gardel, que un locutor famoso, Héctor Larrea, llamaba: “La hora del aficionado”. 

Me gusta más el yeso que la escayola. 

Gracias a mi papá que me ligó con el yeso, Gardel y las historias.


Charlybicen 














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